María José Rodríguez es una mujer comerciante, esposa, mamá de tres jóvenes y una niña, y el vivo ejemplo del esfuerzo que realizan miles de detallistas en nuestro país para suplir de alimentación a los hogares costarricenses. Este domingo 21 de mayo se celebra el Día Nacional del Comerciante Detallista en nuestro país, y por eso, a través de esta historia, queremos rendir homenaje a estos pequeños empresarios.
Doña Isabel Palacios, mamá de María José, decidió fundar su propio negocio hace más de tres años, para poder invertir sus ahorros de la mejor forma. Así, María José y su esposo Jaime Fallas, renunciaron a sus trabajos como asistentes de contabilidad, para administrar su propia pulpería a base de mucho esfuerzo, pero también mucha satisfacción.
Su pulpería, El Olivo, ubicada en Lindora, fue inicialmente establecida en Ciudad Colón a finales del 2019, sin embargo, un año después decidieron pasarla a su ubicación actual para estar más cerca de su hogar. Durante todo este tiempo han ido creciendo poco a poco gracias a la elección de sus puntos de venta, y también, a las relaciones de confianza que han desarrollado con las personas que les proveen de productos para así ofrecer una gran variedad a sus clientes.
Por ejemplo, los vendedores de Lucema, Julio Bermúdez y Héctor López, que se han convertido en un apoyo fundamental para ellos, ya que ya conocen muy bien el punto, saben qué deben incluir en los pedidos y han logrado que la gente acepte muy bien los productos. “A uno al principio le da cosilla, pero ellos vienen y ponen producto y a la siguiente semana tienen que volver a poner, lo que significa que se vende. Me encanta cuando los proveedores son como ellos dos porque uno se despreocupa mucho, ellos han aprendido mucho sobre las cantidades que manejamos, entonces uno está muy despreocupado y facilitan mucho el trabajo”, afirma María José.
Y es que ser comerciante detallista no es nada fácil. Sus jornadas tienden a ser largas y constantemente se enfrentan a retos. Así sucedió durante la época de pandemia cuando se volvió más delicado el contacto directo con los clientes, tenían que atender visitas sanitarias periódicamente y además muchas personas disminuyeron las compras debido a que estaba en una situación económica difícil.
Afortunadamente ese panorama ha mejorado, sin embargo, actualmente lidian con situaciones como el aumento en los precios de los productos.
Aún así, María José asegura que este trabajo tiene muchos beneficios, como el tener contacto con los clientes. “La gente es muy cálida porque es un barrio, entonces uno la conoce y la pasa bien”. Al preguntarle si tiene algún mensaje que dar a sus clientes, su respuesta es: “muchas gracias porque por ellos existimos y trabajamos para ellos, en realidad”.
Y es posible que todos los ticos hayamos percibido esa alegría que ellos sienten al atendernos, desde niños conocíamos “al pulpero o pulpera” del barrio, que siempre nos recibe con un saludo y con gran disposición de ayudarnos.
Durante estos años, esta familia ha ganado experiencia sobre el manejo del negocio. Por eso, al pedirle a doña Isabel un consejo para otros comerciantes detallistas mencionó que “a los que tienen motivación y vocación de hacer esto, porque hay que tener interés, que pueden comenzar de a poco. No importa si comienzan con unas tres bolsitas de arroz en una esquinita. Porque así comenzó mi hija. Y ahí se fue desenvolviendo poco a poco.”
Esto hizo recordar a María José cómo fueron los inicios de El Olivo. Riendo cuenta que “no teníamos muebles, poníamos cajas y ahí íbamos acomodando las cosas. Con las cajas de Coca, el primer día que abrimos, hicimos una mesa para tener donde cobrarle a los clientes. Fuimos a una compra y venta a San José y compramos una caja de segunda y ya después cuando tuvimos la oportunidad montamos un punto del BAC y ahora trabajamos con mucha tecnología porque ayuda mucho y facilita el trabajo. Pero sí, así empezamos, no me acordaba.”
El caso de María José, Jaime y doña Isabel es solo un ejemplo del gran esfuerzo que hacen miles de comerciantes en nuestro país para que los costarricenses tengamos en nuestros barrios todos los productos que necesitamos. Son parte esencial de la cadena de distribución de una empresa, y por eso en Richly y Lucema les agradecemos y reconocemos ese trabajo que realizan los 365 días del año. Y al mismo tiempo invitamos a todas las personas a agradecer al pulpero o pulpera de su barrio y contarle de qué forma ha hecho un impacto positivo en su vida cotidiana.